Ejercicio 4:llave F-

Mi altivo temperamento forjado en las indomables calderas monárquicas se escurrió con facilidad por el cálido y accidentado suelo.La fuente de luz se cerraba progresivamente entre blancuzcos  y óseos barrotes, un lúgubre y negro agujero me esperaba con frialdad a medida que avanzaba en el interior,nuevas oleadas de viscoso líquido ofrecieron el último impulso requerido.

Las paredes del húmedo túnel cedieron progresivamente a medida que avanzaba en su interior.De pronto se bifurcaron, no obstante una de las entradas inmersa en caóticos duelos de aérea condición, estaba totalmente obstruida por lo que me vi forzada a emprender el fágico trayecto.


Con la aprobación de la cilíndrica alcabala, logré finalmente atravesar el estrecho camino para luego ingresar a una recámara de rugosa  textura, tras largos minutos de solitaria estancia, una transparente sustancia comenzó a brotar de las paredes alcanzando hasta el mas recóndito lugar de mi contorneado cuerpo.Primero, palpó con sus volubles dedos las intrincadas  irregularidades de mi bicéfala extremidad, sin siquiera dudar ante el irregular trayecto prosiguió deleintándose con el largo y delgado torso hasta irrumpir en la circular estructura de mi pie.


Sin previo aviso saltarines mozos con cruciformes formas a cuestas,se abalanzaron sobre mí arrojando su perniciosos bacilos entre electrónicos alientos.El desgastante andar del tiempo desplegaba con morbosa complacencia su mortal arsenal de minutos, horas y segundos.

Sufridos los embates de la ácida tortura,entre rítmicas contracciones atravesé
otra circular muralla que siguió a un piloso y desagradable contacto.Intentando comprender el infinito trayecto que debía atravesar, fui sorprendida por una amorfa criatura que aún destilaba el vital soplido de su madre.Entre agudos sonidos maldije  el maquiavélico accionar del impacto que sólo dejo un triste y esperpéntico reflejo de la regular forma ostentada por mi estirpe.


La princesa observó con sorpresa como la inofensiva llave, inmersa en sus nobles entrañas en inocente intento de detener el bárbaro avance ,le había rescatado de las virulentas garras de la muerte  a las que segundos después sucumbió ante otro feroz soplido del mosquete.El cálido y rojizo elixir que brotó de rubios y hermosos bosques se unió a los castaños y plateados de su padre, un único testigo se abalanzo sobre la creciente roja alfombra mientras desparramaba su salina estela en el terso rostro de la moribunda princesa.